Según informó la Agencia de Noticias Hawzah, en el mundo competitivo de hoy, donde las comparaciones y las redes sociales muestran constantemente lo mejor de la vida de los demás, muchas personas caen, de manera inconsciente, en la trampa de un sentimiento dañino y devastador llamado “envidia”.
La envidia, ese veneno silencioso del alma, no solo roba la paz interior, sino que puede destruir las relaciones sociales y apartar al individuo del camino del crecimiento y la elevación espiritual. Analizar sus raíces y causas en determinadas personas, así como ofrecer soluciones prácticas para enfrentarse a ella, constituye uno de los temas más necesarios para alcanzar la salud espiritual del individuo y de la sociedad.
Con este propósito, conversamos con el clérigo Hojatoleslam Mostafá Mirzaei, consejero y experto en asuntos religiosos, a fin de examinar desde su mirada las causas más profundas de la envidia y beneficiarnos de las estrategias de tratamiento inspiradas en las enseñanzas religiosas y la psicología. A continuación, presentamos a nuestros lectores el contenido íntegro de esta entrevista.
Ejes principales de las preguntas del diálogo:
¿Cómo se define la envidia desde el punto de vista psicológico y en qué se diferencia de la “emulación positiva” (ghibta)?
¿Es la envidia un rasgo innato del ser humano o se forma bajo la influencia del entorno y la educación? ¿Hasta qué punto puede resultar dañina?
¿Qué mecanismos psicológicos (como la baja autoestima, el miedo a la comparación o la inseguridad) intervienen en la aparición de la envidia?
¿Existe relación entre ciertos tipos de personalidad (por ejemplo, personas perfeccionistas o con trastornos de personalidad) y la envidia?
¿Cómo podemos ayudar a alguien que sufre de envidia?
En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso
La voluntad de Dios Todopoderoso es que todos los seres humanos gocen de salud física, mental y espiritual para llevar una vida plena y vigorosa. Cuando una persona tiene percepciones erróneas en el plano cognitivo, ello afecta su conducta y lo aparta de la senda del crecimiento y la perfección.
Desde la psicología, la envidia es una reacción emocional que surge de nuestra forma de percibir e interpretar las situaciones.
A primera vista, la envidia puede considerarse una respuesta natural ante ciertos estímulos externos; sin embargo, lo que intensifica este sentimiento y lo convierte en un factor destructivo es la manera inadecuada en que se enfrenta o se interpreta dicho estímulo.
En estas circunstancias, la persona puede experimentar sentimientos de inferioridad o temor: miedo a no tener un determinado estatus social o a carecer de lo que otros poseen.
Raíces psicológicas de la envidia
Entre los mecanismos y factores que favorecen la aparición o intensificación de la envidia se pueden señalar los siguientes:
1. Carencia o baja autoestima:
El individuo no tiene una visión positiva de sí mismo, siempre se considera condenado al fracaso, cree que los demás son mejores que él y piensa que fracasará en cualquier tarea.
2. Déficit afectivo:
Sensaciones como: “No soy digno de amor”, “Nadie me quiere” o “No merezco cariño”.
Muchos envidiosos crecieron en familias donde el afecto era escaso; padres que no brindaban amor ni atención emocional. La falta de este nutriente básico en la infancia genera bloqueos emocionales: el niño no puede expresar sus sentimientos y, ya en la adultez, se vuelve excesivamente racional, incapaz incluso de expresar afecto a su pareja. Tal persona envidia a quienes sí logran expresar con facilidad un “te quiero”.
3. Miedo a la comparación:
Uno de los detonantes principales de la envidia es el temor de compararse con los demás:
¿Por qué él avanzó y yo no?
¿Por qué compró algo y yo no?
¿Por qué su matrimonio es feliz y el mío no?
¿Por qué ellos tienen hijos y yo no?
Las personas que durante su infancia o adolescencia fueron objeto de reproches y comparaciones constantes por parte de sus padres (“Mira que fulano ya trabaja”, “Aquel estudió y se tituló”, “Sus notas son buenas y tú no sirves para nada”) son más propensas a desarrollar envidia en la adultez.
4. Sentimiento de inseguridad:
La mayoría de los envidiosos son personas ansiosas e inseguras. Siempre piensan: “Me he quedado atrás”, “Los demás avanzaron y yo no”, “Él tiene esto y yo no”. Ignoran factores como el apoyo familiar, los recursos, el esfuerzo adicional o las oportunidades distintas que otros pudieron tener, y se enfocan solo en el “¿Por qué tú sí y yo no?”.
Esta visión comparativa, centrada en lo que tienen los demás en vez de valorar la propia situación, alimenta la envidia.
Además, factores como la privación emocional o incluso la carencia material (haber crecido en un entorno con escasos recursos, sin juguetes, sin amigos o en comunidades marginadas) también incrementan la probabilidad de experimentar envidia en la adultez, cuando la persona se enfrenta a un mundo lleno de comparaciones.
De la envidia a la emulación positiva (ghibta)
La diferencia entre la envidia negativa y la ghibta (emulación positiva) es que esta última no genera malestar ante los logros ajenos, sino satisfacción. La persona se alegra por el éxito del otro y piensa: “Gracias a Dios que progresó, ojalá reciba aún más bendiciones”.
Además, utiliza esa admiración como un estímulo para mejorar: “¿Qué hizo para llegar hasta allí?”, “¿Qué camino recorrió?”, “¿Cómo puedo aprender de él para superarme?”.
La envidia destructiva, en cambio, no se limita al “¿por qué yo no?”, sino que añade un “¿por qué tú sí?”. El envidioso no solo sufre por lo que carece, sino que desea que el otro tampoco lo tenga. Ese veneno interno lo lleva incluso a intentar sabotear el éxito ajeno.
Perfeccionismo patológico: el terreno fértil de la envidia crónica
La mayoría de las personas propensas a pensamientos envidiosos también padecen perfeccionismo. Los perfeccionistas suelen ser idealistas, desean ser siempre los mejores y destacarse en todo. Están en constante competencia con quienes los rodean y, en el fondo, sienten carencias e incluso vergüenza.
Estas personas suelen tener un esquema mental de “deficiencia y vergüenza”. Viven con una sensación permanente de insuficiencia y humillación, comparándose sin cesar con los demás: “¿Por qué ellos tienen y yo no?”. Incluso si logran progresar en la vida de acuerdo con sus posibilidades y recursos, jamás se sienten satisfechos porque se ven a sí mismos compitiendo en una carrera interminable con los demás.
Este patrón de comparación permanente impide que disfruten de sus logros. Aun cuando avanzan en función de sus capacidades, siguen sintiendo un vacío interior y un complejo de inferioridad.
En nuestra sociedad es frecuente escuchar a alguien, pese a contar con prestigio social, una posición estable, recursos económicos y un buen entorno familiar, responder a la pregunta “¿Estás satisfecho con tu vida?” con un tajante: “No lo estoy”.
Esa insatisfacción abre camino poco a poco a pensamientos envidiosos que, al consolidarse, pueden derivar en conductas dañinas dirigidas a destruir al otro: hacer todo lo posible para privarlo de sus bienes o incluso atentar contra su reputación.
La envidia en las personalidades histriónicas: la pérdida del yo auténtico
Otro grupo propenso a la envidia son quienes padecen “trastorno de personalidad histriónica”. Estas personas suelen ser buscadoras de atención y necesitan estar constantemente en el centro de la mirada ajena. En cada grupo al que se integran, intentan parecerse a los demás:
Si están con personas estudiosas, tratan de estudiar como ellas.
Si se relacionan con derrochadores, imitan su estilo de vida.
En otras palabras, cambian constantemente de apariencia y comportamiento con tal de ser aceptados. Como suele decirse, se ponen “máscaras” distintas según la situación.
Estas personas no alcanzan la paz interior, porque viven pendientes de lo que los demás esperan de ellas. No son su verdadero yo, y esa impostura se convierte en una carga dolorosa. Cuando se les pregunta: “¿Disfrutas de la vida?”, suelen responder: “No disfruto en absoluto, porque siempre estoy pendiente de lo que los demás esperan de mí”.
Este patrón los hace vulnerables a la envidia, pues en lugar de crecer auténticamente, buscan parecerse a otros para atraer atención o disfrazar sus carencias.
Siete estrategias coránicas y psicológicas para superar la envidia
Para tratar la envidia, existen diversos caminos. Aquí se presentan siete, inspirados en el Corán:
1. Valorar lo que se posee y las bendiciones divinas.
Se trata de reconocer los dones únicos que Dios concede a cada persona. Estos pueden variar: a unos otorga riqueza, a otros hijos justos, a otros salud. Cada ser humano es singular en sus capitales vitales.
2. Confiar en la justicia de Dios.
Las diferencias entre los seres humanos responden a la sabiduría y justicia divinas. Las aparentes desigualdades forman parte del orden de la vida. En el Corán, sura Az-Zujruf (43:32), se dice:
“Y hemos elevado en grados a algunos sobre otros, para que unos tomen a su servicio a otros; y la misericordia de tu Señor es mejor que lo que acumulan”.
3. Adoptar una visión teocéntrica.
Todo cuanto existe pertenece a Dios. Las diferencias y ventajas que se observan no son fortuitas, sino fruto de Su sabiduría y justicia.
4. Fortalecer la fe en Dios y cultivar la paciencia.
El Imam Alí (la paz sea con él) afirma:
“El recuerdo constante de Dios purifica y corrige el corazón, alejándolo de las enfermedades del alma”.
Quien tiene una fe auténtica en Dios no da cabida a la envidia en su corazón.
5. Reconocer las propias capacidades y talentos.
Uno de los factores principales de la envidia es la pérdida de autoestima. Por ello, resulta esencial identificar las habilidades y fortalezas personales. En lugar de anhelar los bienes ajenos, el envidioso debe descubrir sus propios dones y recordar que el éxito ajeno se alcanzó con esfuerzo. Él también puede lograrlo con dedicación y perseverancia.
6. Fomentar la satisfacción interior y la moderación.
El Islam pone gran énfasis en la sobriedad y el contentamiento. Liberarse de la excesiva dependencia de lo material brinda serenidad y plenitud. El Imam Alí (P) dice:
“Quien se conforma con lo necesario, tendrá una vida estable y tranquila”.
7. Conocer los daños de la envidia.
El reconocimiento de sus consecuencias negativas funciona como prevención. Entre ellas se encuentran el aislamiento social, la ansiedad severa, el chisme, la calumnia y otros vicios éticos que afectan tanto en este mundo como en la otra vida.
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